El proyecto Illustraciencia, con sede en España, lleva más de 10 años divulgando y premiando lo mejor de la ilustración científica y naturalista. Este año tuvo lugar la 8va edición del certamen, en el cual participé con mi obra titulada “Las especies del género Ophryacus. El pasado 26 de mayo, recibí la increíble noticia de que mi obra fue seleccionada como ganadora para la categoría de ilustración naturalista. Si bien es sumamente satisfactorio recibir semejante reconocimiento, lo mejor de esta obra lo obtuve durante su ejecución. En esta entrada quiero llevarlos por el camino que seguí para plasmar a las asombrosas víboras de cuernitos mexicanas.

Para crear una obra naturalista, pintar (la ejecución técnica como tal), es sólo una parte del proceso. Antes de llegar a ese punto hay todo un camino de preparación. Desde mi punto de vista, podemos contemplar 5 etapas: la delimitación del tema, la investigación y búsqueda de referencias, la construcción de la composición, el bocetaje y finalmente, la ejecución de la pintura. A continuación, explicaré cómo resolví cada sección para el caso particular de “Las especies del género Ophryacus, sin embargo, cada una de estas etapas da para un artículo aparte, que espero discutir en futuras entradas de este blog.

Delimitación del tema

La obra en cuestión fue creada ex profeso para participar en el certamen Illustraciencia 8, por lo que en un inicio, no sabía exactamente qué pintar pero quería que el tema elegido reuniera una serie de condiciones. En primer lugar tenía que ser una representación de la biodiversidad mexicana. En segunda, quise limitarlo a alguno de mis organismos favoritos (porque esto hay que disfrutarlo, si no no sale), así que estaba entre ilustrar aves o reptiles, y considerando lo populares que son las aves y lo poco representados e incomprendidos que son los reptiles, me decidí por éstos últimos. Finalmente, tenía la ambición de que mi obra representara no a una especie, si no a un grupo completo.

Lo que estaba buscando era un género de reptiles mexicanos (de preferencia pequeño, pues no contaba con mucho tiempo). Cabe destacar que en el país hay 159 géneros de reptiles (1) y yo estoy lejos de estar familiarizada con tal diversidad, por lo que consulté a mi herpetólogo de cabecera, quien amablemente me dio algunas ideas. Entre las cuales, llamaron mi atención las víboras de cuernitos mexicanas. El género Ophryacus incluye a 3 hermosas especies de víboras que se distribuyen exclusivamente en los bosques húmedos de la Sierra madre oriental y la Sierra madre del sur. No sólo son nativas, son endémicas y se les considera de las serpientes más raras de Norteamérica. ¿La cereza del pastel? Una de ellas, Ophryacus smaragdinus fue descrita apenas en 2015.

Había encontrado el tema perfecto (Gracias Cristhian).

Investigación y búsqueda de referencias

Cómo he dicho antes: no soy experta en reptiles, así que era hora de leer todo lo posible sobre el género Ophryacus. Para mi fortuna, existe una publicación bastante completa sobre el género, escrita por Grünwald y colaboradores (2015) (2), de donde no sólo obtuve información morfológica detallada, si no que también encontré fotografías y esquemas de la escutelación de dos de las especies. Adicionalmente, reuní todas las fotografías que pudiesen ser útiles, varias de ellas de la plataforma Naturalista y otras de colecciones zoológicas digitales como la del Field Museum of Natural History.

Ilustraciones de Jason M. Jones, tomadas de Grünwald et. al (2015).

Para este punto del proceso, ya tenía varias ideas de lo que quería incluir en la composición y de las posturas en las que quería colocar a las serpientes, por lo que me di cuenta de que las referencias fotográficas disponibles en la web no me iban a ser suficientes para entender cómo se comportarían las escamas de las serpientes en las poses específicas que tenía en mente. Necesitaba ver a un ejemplar en vivo y tomarle fotos yo misma. No estaba en mis posibilidades ir a la montaña a buscar una verdadera víbora de cuernitos, pero cualquier otro vipérido me serviría. Para mi suerte, y abusando una vez más de la amabilidad de mis colegas, tuve la oportunidad de conocer de cerca a un ejemplar de Metlapilcoatlus nummifer y hacerle una sesión de fotos para futura referencia.

Ejemplar en cautiverio de Metlapilcoatlus nummifer.

Composición

Habiendo determinado los elementos que serían incluidos en la obra (3 serpientes y elementos del entorno cómo troncos, rocas y alguna plata epífita), era hora de acomodarlos en el formato. Las dimensiones solicitadas por la convocatoria de Illustraciencia eran 290 x 420mm, espacio que decidí usar en disposición vertical, lo que facilitaría la representación de los diferentes estratos del hábitat.

La característica más importante para identificar a las especies de este género, es el tamaño, número y disposición de las escamas supraoculares (los cuernitos que les dan nombre). Por lo que en la composición todas las serpientes tenían que mostrar el lateral del rostro al menos de forma parcial. Por otro lado, dentro de lo poco que se sabe sobre el comportamiento de estas serpientes, se ha observado que O. smaragdinus y O. undulatus pueden llegar a tener hábitos semi arborícolas, mientras que O. sphenophrys prefiere permanecer a nivel del suelo. Por lo tanto, en la composición O. sphenophyrys tenía que estar abajo, y las otras dos en la parte superior. Tomando esas consideraciones en cuenta, me dispuse a garabatear posibles acomodos.

Hay una infinidad de formas de obtener composiciones armónicas (simétricas, por tercios, triangulares, etc., etc.), pero ninguna de ellas me permitía acomodar todos los elementos deseados. Desde hace tiempo había querido experimentar con el “método de subdivisión informal” creado por Andrew Loomis (3), que permite dividir el formato en secciones asimétricas (lo que crea composiciones más interesantes) y obtener líneas diagonales principales, a partir de las cuales construí los elementos principales de la composición (en la figura se observa una reconstrucción, ya que las líneas guía originales obtenidas con el método de Loomis, se perdieron conforme avancé con los detalles del boceto). El resultado fue una composición única, que presenta dinamismo y que me dio mucha libertad en el acomodo de las serpientes.

Reconstrucción de las líneas guía de la composición

El boceto

Aunque la composición ya es en sí un boceto, si entendemos al boceto como el dibujo base sobre el que se va a llevar a cabo la obra definitiva, aún quedaban muchos detalles por resolver antes de comenzar a aplicar pintura.

Era necesario definir la dirección de la luz y el volumen de todos los elementos en conjunto, un aspecto vital para darle coherencia y realismo a la obra. Ya que en la composición incluí varios elementos que interactúan entre sí, hubiera sido muy difícil resolver el volumen sin una referencia. La solución a esto fue construir un pequeño y burdo modelo de plastilina sobre el cual hice incidir luz en la dirección deseada, esto me dio una guía muy clara de la zonas que estarían mas iluminadas y de cómo se proyectarían las sombras.

Modelo en plastilina y estudio del volumen

Con el volumen resuelto, procedí a detallar el boceto. Por el nivel de precisión requerido, me dedique a tazar cuidadosamente, cada una de las escamas visibles en las tres serpientes, respetando el volumen marcado. Una vez completado, transferí el boceto a mi lienzo.

Hora de pintar

La técnica empleada sería pintura acrílica y mi lienzo una cartulina ilustración. Tras hacer algunas pruebas de color en un lienzo más pequeño, determiné cual sería la paleta de color general y los tonos a usar en cada una de las serpientes. Fue un trabajo arduo que me llevó alrededor de 4 semanas, dedicándole una semana entera a cada especie.

A grandes rasgos, el proceso de pintura comienza con la aplicación de capas ligeras de acrílico para marcar el volumen y matiz general. Sobre esto, se colocan capas mas densas de acrílico, en este caso, avanzando lentamente a lo largo del cuerpo de la serpiente, detallando cada una de las escamas en búsqueda del patrón de coloración propio de la especie.

Detallado escama por escama

La última semana se la dediqué a los elementos del hábitat. Rocas, musgo, corteza y una bromelia le confieren a la obra variedad de texturas y logran hacer resaltar a las víboras de cuernitos, a la vez que nos transportan a esos rincones del bosque mesófilo de montaña donde estos organismos viven.

*Hay una historia curiosa detrás de la ejecución de la bromelia, que me gustaría abordar a detalle en otra entrada de este blog.

La obra estuvo lista dos días antes del límite de la convocatoria, lo que me dio tiempo suficiente para hacer ligeros ajustes y retoques, pero siempre he creído que hay que hacerle caso a esa sensación de que ya no hay nada más que hacerle a una obra. En ese momento estaba más que satisfecha, pues había logrado representar lo que buscaba desde el principio, y el resultado lucía mejor de lo esperado. Sólo el tiempo diría si las víboras de cuernitos mexicanas lograrían escabullirse entre los finalistas del Illustraciencia, y vaya que lo hicieron.

Referencias

(1) Villela, O. F., & Vázquez, U. O. G. (2014). Biodiversidad de reptiles en México. Revista Mexicana de Biodiversidad85, 31.

(2) Grünwald, C. I., Jones, J. M., Franz-Chávez, H., & Ahumada-Carrillo, I. T. (2015). A new species of Ophryacus (Serpentes: Viperidae: Crotalinae) from eastern Mexico, with comments on the taxonomy of related pitvipers. Mesoamerican Herpetology2(4), 387-416.

(3) Loomis, A. (1947). Creative illustration. Viking Press.